A las 5 de la tarde, nos encontramos nuevamente, para celebrar la Muerte de Jesús. El templo desnudo de flores, en una celebración, íntima, profunda y sentida. Si ayer, Jueves Santo, El Señor nos dió la prueba máxima de su Amor infinito, instituyendo la Eucaristía, hoy Viernes Santo, tenemos en su Muerte, la máxima demostración de Amor y entrega, que el Hombre Dios pudo hacer por cada uno de nosotros. Tuvo una emoción especial, el momento de la Adoración de La Cruz, en la que uno a uno, fuimos pasando, inclinándonos ante ella y besándola, manifestando así, nuestro amor a Jesús, y la necesidad profunda de Adorarle.

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