PRIMERA LECTURA
Desean los campos y se apoderan de las casas.
Lectura de la profecía de Miqueas 2, 1-5

¡Ay de los que traman el crimen y planean pérfidas acciones en sus camas!

En cuento apunta el día las ejecutan, porque tienen poder.

Desean campos y los roban, las casas, y se apoderan de ellas; oprimen al cabeza de familia y a los suyos, explotan al ciudadano y sus bienes.

Por tanto. esto dice el Señor:

«Yo también tramo contra estas gentes un mal del que no podréis apartar el cuello y no andaréis con la cabeza alta, pues serán malos tiempos aquellos.

Aquel día os dedicarán una sátira, se cantará una elegía que diga: “Estamos totalmente perdidos, pues se reparte el lote de mi pueblo; ¿cómo se volverá hacia mí para restituir nuestros campos que ahora está repartiendo?”.

Por ellos, no tendrás quien te eche a suertes un lote en la asamblea del Señor».

Palabra de Dios.

Sal 9, 22-23. 24-25. 28-29. 35
R. No te olvides de los humildes, Señor.

¿Por qué te quedas lejos, Señor,
y te escondes en el momento del aprieto?
En su soberbia el impío oprime al infeliz
y lo enreda en las intrigas que ha tramado. R.

El malvado se gloría de su ambición,
el codicioso blasfema y desprecia al Señor.
El malvado dice con insolencia:
«No hay Dios que me pida cuentas.» R.

Su boca está llena de maldiciones,
de engaños y de fraudes;
su lengua encubre maldad y opresión;
en el zaguán se sienta al acecho,
para matar a escondidas al inocente. R.

Pero tú ves las penas y los trabajos,
tú miras y los tomas en tus manos.
A ti se encomienda el pobre,
tú socorres al huérfano. R.

Aleluya 2 Cor 5, 19ac
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo,
y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación. R.

EVANGELIO
Les mandó que no lo descubrieran. Así se cumplió lo dicho por el profeta.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 12, 14-21

En aquel tiempo, al salir de la sinagoga, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús.

Pero Jesús se enteró, se marchó de allí, y muchos le siguieron.

Él los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran.

Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Isaías:

«Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, en quien me complazco. Sobre él pondré mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, nadie escuchará su voz por las calles.

La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no lo apagará, hasta llevar el derecho a la victoria; en su nombre esperarán las naciones».

Palabra del Señor.