Hoy celebramos el Jueves Santo, el día de la manifestación máxima del amor, de la entrega, el día en que Jesús nos dice hasta donde llega su amor por nosotros; pero también es un día triste, un día de soledad, de tradición, de despedida y Jesús con todos estos sentimientos deseaba celebrar La Última Cena con sus Apóstoles para comunicarles todo lo que tenía guardado en su corazón y así, Él mismo, se quita su manto les lava los pies a sus discípulos para demostrarles que había venido para servir y no ser servido y para dar su vida por todos nosotros.
En este día tan entrañable de La Última Cena, Jesús realiza el gran milagro: el gran tesoro de la Eucaristía, quedándose con nosotros ya para siempre, e instituye además de este sacramento, el sacramento de La Orden Sacerdotal.
Vamos a abrir nuestro corazón a la presencia de Jesús y vamos a darle las gracias por haber inventado la manera más sencilla de quedarse con nosotros hasta el fin de los tiempos.

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